lunes, 15 de junio de 2015

No sabia si lo que me recorría era su lengua o sus dedos empapados despues de tocarse. Mis ojos estaban vendados, estaba a su merced, completamente loco por cómo jugabamos con nuestros sentidos y nuestra libido, completamente incontrolables, la ferocidad del mar no podía compararse a la de su coño si mi lengua iba recorriendo sus piernas hasta acabar mordiendo su cadera, para, poco a poco, deslizarme dentro de ella. Su locura y mis ganas de complacerla, de hacer que se corra mientras me mira, mientras es mía. Era algo que ella no podía imaginar hasta que extremos podía llegar con tal de hacer de cada polvo el mejor de sus vidas, un nuevo BigBang en cada orgasmo. Su estilo en la cama siempre fue curioso, no era como los demás, no le costaba dar placer, le encantaba regalarlo a expuertas, le encantaba acabar con los dedos empapados y el cuerpo lleno de arañazos, que le recordasen esa noche al volver a su cama cada segundo que habia pasado recorriendo, disfrutando y saboreando de su cuerpo. Ese que tanto soñaba poseer, ser su ninfomano enamorado, su guerra y su paz, su tormenta y su calma.

Hacerla llover, y no de tristeza; dejarla seca a lametones, como si a mi no se me hiciese la boca agua pensando en estar entre tus piernas.

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